David Álvarez Díez (86) creó un imperio de la nada. Con esfuerzo, trabajo, muchos sacrificios y la inestimable ayuda de su primera esposa y madre de sus siete hijos, María Vicenta Mezquiriz, el empresario, que nació el 16 de marzo de 1927 en un pueblecito de las montañas leonesas –donde quiere ser enterrado– llamado Crémenes, levantó con sus propias manos el Grupo Eulen, que hoy es un gigante empresarial presente en once países alrededor del mundo y que factura 1.340 millones de euros al año, según datos facilitados por la propia empresa. Esto le ha permitido atesorar una fortuna personal valorada en cientos de millones.
Dada su avanzada edad, es lógico pensar que su herencia es una golosa tarta que habrá que repartir algún día no muy lejano. Un momento especialmente morboso para algunos, dada la guerra fratricida en la que se ha instalado esta familia ante la atónita vigilancia del ojo público.
Si los hijos leales no cumplieran los deseos de su padre, recibirían también la legítima
Según una información a la que ha tenido acceso LOC, don David habría consumado la ruptura con cinco de sus siete hijos al firmar un documento hace tres años en el que designaría sólo a dos de ellos, los «leales» –Jesús David y María José– herederos universales de su fortuna. Los otros cinco, que él mismo y la prensa han bautizado como «díscolos», serían ‘castigados’ percibiendo sólo la legítima estricta.
En dicho escrito, redactado según las mismas fuentes a finales de 2010, el fundador de Eulen se lamentaba de no haber sido capaz de transmitir con éxito a algunos de sus hijos la importancia de valores morales más valiosos aún que el poder y la riqueza. Don David expresaba en este documento que siempre había tratado de que en su familia reinase la unión y la armonía de sus miembros –llegó incluso a inspirar la redacción de un Protocolo Familiar que recogía los valores familiares–, aunque se lamentaba profundamente de que tales intentos a favor de la paz familiar hubieran resultado, en muchos casos, esfuerzos baldíos para los que no había encontrado colaboración alguna en parte de sus hijos.
Transmitía así por escrito el desconsuelo que le provocaba la quiebra de su familia, un conflicto que había saltado a la prensa meses antes de firmar esos últimos deseos y que estaba quebrantando el Grupo Eulen, la gallina de los huevos de oro y centro de las disputas familiares.
Jubilación forzosa
La guerra de los Álvarez, que hasta entonces habían proyectado una imagen de familia ejemplar, con los siete hijos de don David involucrados en mayor o menor medida en los negocios del linaje, estalló de manera pública a principios de ese año 2010. Entonces,cinco de ellos decidieron que había llegado la hora de que su padre se jubilara para tomar ellos las riendas de la empresa (otras fuentes dicen que fue don David quien intentó primero apartar a sus hijos del Consejo de Administración). Aunque el patriarca fue relegado en un primer momento de su silla en el consejo de Eulen, poco después recuperó el control gracias a su mayoría accionarial y al apoyo de los dos hijos leales, María José y Jesús David, los mismos que serán sus herederos universales. Cosa distinta ocurrió con El Enebro, la sociedad patrimonial familiar propietaria de Bodegas Vega Sicilia o de Valles del Esla, una plaza que sí pudieron conquistar los hijos rebeldes. A día de hoy aún siguen al mando de dicha sociedad, aunque la justicia no les apoya y están esperando a que el Tribunal Supremo admita o no a trámite el último recurso al respecto.
Así las cosas, la familia se ha partido en dos y las hostilidades entre ambos bandos no han hecho sino aumentar. En el último capítulo, escrito el pasado mes de noviembre, David Álvarez acusaba a sus hijos díscolos de estar vaciando el patrimonio de El Enebro antes de que la justicia previsiblemente le devuelva el control de la sociedad.
La tercera en discordia
La falla cada vez más insalvable hoy entre los dos bandos de la familia ya se vislumbraba claramente en el documento de últimas voluntades. A los dos hijos leales, sus herederos universales, les dejaría también todos los títulos representativos de Eulen S. A. A los otros cinco, sólo lo que ordena la justicia.
Don David ha acusado recientemente a sus hijos díscolos de dejar sin patrimonio a El Enebro
Un tercer elemento en discordia, no menor, es María Teresa Esquisabel Barrena (61), la tercera esposa de Álvarez. Se casaron en septiembre de 2009 en la finca familiar de El Escorial ante la atenta mirada de todos los hijos, aunque algunos sitúan en este tercer matrimonio la génesis de la ruptura familiar. De hecho, es la última ocasión en la que estuvieron todos juntos. A ninguno de los hijos les entusiasmaba la idea de que su padre se volviera a casar con una mujer 25 años menor que había sido su secretaria.
Pues bien, para Maite, según la información a la que ha tenido acceso LOC, don David habría establecido la asignación de una renta vitalicia de doce mil euros mensuales, con revisión de IPC, así como un capital en efectivo de tres millones de euros. Un buen futuro para su tercera esposa.
Hasta ahora, Esquisabel ha sido extremadamente discreta y apenas se ha dejado fotografiar junto a Álvarez en una ocasión. Según ha podido saber LOC, cuando se casaron firmaron un documento deseparación de bienes y otras capitulaciones que protegían la fortuna de don David. A pesar de aquel acuerdo, su amante esposo habría querido dejarla en una buena posición cuando él falte. En el documento firmado en 2010 Álvarez habría hecho especial hincapié en el bienestar de su esposa. En el caso de que alguno de los dos herederos universales se negara a cumplir sus deseos, el hijo disidente se quedaría sólo con la porción legítima de su herencia y el resto sería para el otro hermano. Si fueran ambos los que se opusieran, el dinero iría para instituciones benéficas. Toda una declaración de amor de don David a su actual mujer, expresada un año después de casarse con ella.
María José, albacea
Por último, don David habría vuelto a expresar su máxima confianza en su hija María José al nombrarla albacea. Ella, la más Álvarez de los hijos de don David, será también la sucesora de su padre al frente del grupo Eulen. En una entrevista concedida a este suplemento hace un año, María José, a pesar de ser beneficiada por la generosidad de su padre, confesaba su hastío por el conflicto familiar: «Si me preguntas por qué me sacrificaría, me sacrificaría por eso, por la unión familiar. No depende mucho de mí personalmente, es mi padre y su decisión, que yo apoyo y respeto. A mí puede gustarme una cosa, pero soy consciente de que hay otras que no puedo ni debo saltarme.Sería mi mayor ilusión. Espero verla cumplida algún día».
En la misma entrevista, María José reconocía echar de menos a su numerosa familia. Los siete hermanos Álvarez Mezquíriz (Juan Carlos, Pablo, Emilio, Elvira, Marta María, Jesús David y María José)crecieron como una piña al albur de Vicenta Mezquíriz, su madre, a la que describen como el pilar de aquella numerosa familia, disciplinada y cariñosa. Lamentablemente, la madre falleció en 1985 y David Álvarez volvió a casarse con María Teresa Vidaurrázaga, con la que no tuvo descendencia pero que sí le ayudó muy directamente a hacer del Grupo Eulen la empresa de referencia internacional que hoy es. Álvarez enviudó de nuevo en 1999, y no sería hasta diez años más tarde cuando reharía su vida con Maite Esquisabel