Ramírez en horas bajas.
El Cabildo de Gran Canaria estudia cómo romper sus vínculos contractuales con Seguridad Integral Canaria -la que fuera mayor empresa de seguridad de las Islas y empresa central del “holding” de Miguel Ángel Ramírez- antes de que finalice este mismo año de 2017.
Parece que en el Cabildo se han dado cuenta ahora de que la empresa del más activo factótum empresarial de Las Palmas anda con problemas graves y no paga a tiempo a su personal. El contrato del Cabildo finaliza en junio, pero Antonio Morales ha decidido negociar su resolución por la vía de urgencia, y cuenta ya con la autorización de la intervención para hacerlo. El Cabildo espera que tanto la adjudicataria provisional (para los próximos seis meses) como la definitiva subroguen al personal y cumplan con el convenio estatal, pagando a rajatabla a los empleados.
Si el Cabildo lo hace bien, para los trabajadores puede ser una buena noticia, y una solución mejor que la del Ayuntamiento de Las Palmas, que ya ha anunciado su intención de rescindir los contratos con las empresas de servicios del Grupo Ralons, “holding” de Ramírez. Es como si de pronto todo el mundo cayera en la cuenta de que Ramírez atraviesa graves dificultades financieras y que el pato lo están pagando sus empleados.
Han tardado en pillarlo?
El hecho es que, de muy poco para acá, Ramírez -un personaje de novela, remedo del “hombre cargo” polinesio, proveedor de grandes satisfacciones para la mayoría de los políticos de esta región- se ha convertido en una suerte de apestado: el lunes ni el alcalde de Las Palmas ni el presidente del Cabildo acudieron a la comida de Navidad de la Unión Deportiva, una institución que no depende de Ralons, pero en la que pastorea como dueño y presidente Ramírez, también propietario directo de un importantísimo paquete de acciones del Tenerife, y uno de los empresarios más mimados y consentidos por el poder local en las Islas. Un hombre hecho a sí mismo, surgido de las calles y al que sus buenas mañas con el poder empresarial y político convirtieron en un tipo de oro.
Pero nada es eterno: el extraordinario crecimiento de Seguridad Integral y su voluntad de pelear en el mercado peninsular hicieron que Ramírez fuera objetivo a batir por las grandes del sector y por los sindicatos, a los que siempre ninguneó.
Aun así, a pesar de su osado estilo en los negocios, Ramírez fue capaz de culebrear escapando a sus propios errores, pero la crisis acabó por pasarle factura. El sector, muy dependiente de la contratación pública, se contrajo a partir de 2009, después de haberse multiplicado por diez el número de empresas y de sobrar más de la mitad del empleo creado. La facturación en seguridad bajó en España un 22 por ciento, mientras los costes subían un cinco por ciento en los últimos cinco años: con la transformación de los contratos públicos en subastas, ninguna empresa de seguridad gana hoy dinero en España. Algunas salvan sus números con el negocio americano, en el que Ramírez no ha entrado.
Acuciada por la crisis, y al amparo de la reforma laboral, Seguridad Integral se descolgó del convenio estatal del ramo, pero la decisión fue anulada judicialmente. Cuando eso ocurrió, Ramírez había cerrado ya acuerdos insostenibles con la administración. Y ese fue el principio del fin: buscó distintas salidas, intentó desgajar la seguridad de su negocio, para que no arrastrara al resto de sus actividades, y en eso está. Pero tropezó con los bancos y con la gestión de una deuda cosaca con Hacienda y la Seguridad Social.
Sobre todo, perdió el amparo de todos los que habían jaleado su munificencia y aplaudido sus excesos, y ahora se retiran con aspavientos del territorio que él pisa. Dicen que está acabado. Puede ser. Pero yo no lo daría aún por muerto.
El ocaso de Ramírez
Uno de los nombres que serán más citados en la cena de Nochebuena de las familias canarias será el de Miguel Ángel Ramírez. Unos porque apelarán a la situación de fatalidad que acarrea la Unión Deportiva Las Palmas. Otros, y lo más importante, por la indignación social que provoca que trabajadores de sus empresas lleven meses sin cobrar. Y a los afectados y a sus familiares les va la vida en ello, porque además no son nóminas precisamente altas y, por lo tanto, su capacidad de ahorro anterior es escasa o nula. Ciertamente, supone un contraste estar sentado en el palco arropado por las máximas autoridades y luego a las puertas del recinto de Siete Palmas protesten los que no tienen de todo. No hay mayor desgarro personal, llanto interno, que acudir al cajero automático para ver si se ha producido esa entrada esperada en tu cuenta y, sin embargo, está sin nada. Eso hay que vivirlo.
«No todo el monte es orégano en las estructuras que dirige dentro y fuera de la entidad amarilla. La ineptitud de unos cuantos le pasa factura actualmente a Ramírez. Y este observa, por primera vez que su entorno se tambalea»
De un tiempo a esta parte se palpa un declive del poder empresarial de Ramírez. Pero es como aquello que se dice sobre la posición de una ciudad que está asociada a la categoría en la que milita su equipo de fútbol. A fin de cuentas, y valga como ejemplo, las últimas ligas logradas por los equipos vascos fue antes de la reconversión industrial de mediados de los ochenta.
Ramírez ha sido exponente de un crecimiento empresarial acelerado, por otra parte muy propio de esta tierra, que causó desde el comienzo tanto la admiración y el aplauso de unos como el cuestionamiento de otros. Su gestión desprende un punto paternalista, de hacerse notar en sociedad y prestarse a ayudar, que tiene su lado positivo. Pero más allá de la responsabilidad de sus decisiones, que son suyas, no ha sabido rodearse del todo. Dicho en plata, hay algunos que se han endosado a su éxito fulgurante con jugosos sueldos y que ahora que vienen mal dadas no le ayudan. Porque justo es en la adversidad cuando irrumpe la incompetencia soterrada. Ramírez ha alcanzado un estatus que, para mantenerse o seguir creciendo, necesita de un equipo que le aporte, que sume y que goce de solvencia. Pero no todo el monte es orégano en las estructuras que dirige dentro y fuera de la entidad amarilla. La ineptitud de unos cuantos le pasa factura actualmente a Ramírez. Y este observa, por primera vez, que su entorno se tambalea. Él por sí mismo ya ha conocido el triunfo, y tendrá su mérito personal, faltaría más, pero no le será suficiente desde este momento en el que los apuros y retos se antojan mayores. Un buen empresario debe siempre saber rodearse o, de lo contrario, sobreviene el fracaso.
Secretaría de Informaicón FTSP – USO Canarias